martes, 1 de septiembre de 2009

Voy Pa'l Barón


Desde arriba, la luz indicó que todo estaba listo. Cerró las puertas con doble llave, como cada noche. Subió a la cabina y se sentó. Los engranajes comenzaron su trabajo: girar, rodar, encajar, el mismo que realizaban desde su construcción.

El aparato se levantó y comenzó a ascender por el carril; desde arriba, su gemelo hacía el mismo recorrido cuesta abajo. La visión del muelle, de la avenida España y de la Casa Central de la Católica. Las estrellas estaban en lo alto mientras el viejo pasaba su revista cotidiana de la noche porteña.



Muchas cosas han cambiado desde que comenzó su vida en esa despintada caseta de madera, abriendo la puerta a los turistas y transeúntes que usaban el teleférico. El vagón se detuvo, la luz se apagó, cruzó la rodela que marcaba la cantidad de clientes. Al salir, caminó sin mirar mientras su ascensor se dormía, para siempre.


[Este mini cuento lo mande al concurso Cuéntame Valpo, pero no quedé dentro de los finalistas]

sábado, 24 de enero de 2009

Pent-House


"Did did did you see the fraighten ones? Did did did you heir the falling bombs?...”



En el ultimo piso de del edificio, en el departamento del viejo, escuchando el picado del disco, nada que hacer. Las botellas esparcidas por el suelo y él, aun en pie. Lo que al principio era Vodka-Tonic, ahora es el agrio licor solo, puritano, pasando como agua por la destrozada garganta. Por la ventana se ve toda la ciudad, a lo lejos la cordillera nevada, un poco más abajo, la nube gris que hace desaparecer cerros y edificios. Una selva de cemento donde antes se veían árboles de metros y metros de altura, donde jugaba cuando niño. El espectáculo era sobrecogedor, deprimente, “welcome to the jungle, we got fun and games, we got everything you want…”. Bienvenidos a la mierda consumista santiaguina, pensó. Y ahogó un grito, no sabía si era un grito de pena, de nostalgia, de ira, de euforia; no estaba claro, peor lo ahogó de todos modos.

La botella se acabó, pero aún quedaba ese Ron Dorado con RedBull que había dejado su padre. Se sirvió un vaso, tres hielos, mitad de alcohol, mitad de la bebida energética, luego se paró en el balcón, mirando hacia abajo. Eran más de las diez de la mañana y el solo golpeaba fuerte, intenso, en lo alto del cielo, sin nubes alrededor amenazando su entrega cálida.

-Puta la huevada!, cuando uno quiere lluvia nunca la tiene.- Subió a la baranda y se sentó, con los pies colgando al vacío.

Mientras tanto, Roger Waters y el resto de la banda seguían en el equipo. Guitarras distorsionadas, voces psicodélicas y un delicioso cocktail de sonidos hacían que los efectos del ácido se intensificaran. Las hojas de los árboles se veían más verdes, brillantes. Alucinando al máximo.


Ahora suena “Run Like Hell”, última canción del disco. Y él sigue ahí. Se tomó lo que quedaba del vaso al seco, y lo dejó caer, catorce pisos abajo se reventó contra un auto. La alarma empezó a sonar y él, como si nada, se movió, volvió a meterse al balcón mirando a través del ventanal. Ella estaba desnuda, sólo la sábana celeste la cubría, y un colaless ultra hot. Pelo negro, piel blanca, pálida incluso, de baja estatura, pero con unas piernas increíbles y un culo que con cualquier pantalón se veía apretado. Arriba era perfecta.

La miraba como distante. Horas atrás habían estado revolcándose por toda la pieza, el baño y la cocina. El éxtasis había surtido un efecto único, irrepetible, como si fueran desenfrenados o estuvieran en medio de una película porno. Luego de unas horas, ella se cansó, se sintió mal y se acostó. Han pasado cuatro horas casi y aún no se mueve, está más pálida incluso.

La mira desde la ventana, entra y pasa a la cocina, como sin notar nada sirve otro vaso de Bacardi, sacó otra RedBull y mezcló. Ya no había música y el silencio lo atormentaba. Traía a su cabeza recuerdos para nada gratos: las horas, e incluso días que pasaba en ese cuartucho viejo con la humedad impregnada a las paredes. El silencio de estar ahí, sin moverse por el miedo a ser tocado o mordido por algo aunque no hubiera nada. El mismo silencio que se sintió después de la última pelea de sus viejos, donde la mamá cerró la puerta y nunca más volvió, cuando él solo tenia ocho años. Eso lo cagó, no habló por semanas. El silencio estuvo en él mucho más tiempo. Se no es por su hermana chica, se habría quedado así. Pero tenía que ser fuerte, ella tenía tres y no entendía mucho, en realidad no entendía nada. Para ella los golpes que su padre propinaba era un juego. El papá jugaba con la mamá. Y la mamá jugaba a que se ponía a llorar, y que tenía moretones y que se la violaba cada vez que llegaba borracho del bar donde pasaba después de la oficina.

Pero no fue un juego cuando se levantó a la mañana siguiente y su madre se había marchado. Las palizas ahora eran para él, su hermano, y ahora él tenía que jugar, tenia que fingir, tenia que jugar a que no era real. Ahí aprendió a separar los sentimientos, las emociones, ser frío. Así se fue criando, creciendo, enfriando cada día más. Cada noche, cada golpe, era más lejano, más inerte. Llego a olvidar cómo se lloraba. Así fue naciendo el hombre que es ahora.

Prendió la radio, no soportó más el silencio. Buscó alguna canción en las emisoras y se quedo con Aerosmith, “I don’t want to miss a thing”: no quiero perderme una cosa.

“I don’t wanna miss your smile; I don’t want to miss one kiss…”

Se acabó el licor dorado, queda media RedBull y son las 12 del medio día.

Su cuerpo estaba agotado, fue al baño, abrió el agua, puso el tapón y comenzó a llenar la tina. Intento despertar a la mina que yacía en la cama matrimonial, a esa belleza adolescente que había conocido por las casualidades de la vida y que había sido una amiga y compañera, un amor y una amante, pero fue inútil. Estaba fría, tiesa, no respondía. Él estaba tan drogado que no se dio cuenta, pero intuía que algo andaba mal. Entró al baño, con el resto del Jack Daniel’s y una Viceroy corriente, con 16 cigarros. Llevó el equipo al baño, lo enchufó y puso un viejo cassette de Nirvana, aunque puteaba al rubiecito de Kurt y odiaba el Grunge por ser el último movimiento del rock, que termino por vender el estilo. Lo odiaba, los odiaba, pero aun así lo puso en la cassetera. Las canciones nostálgicas lo llamaban.

Se metió con ropa y todo. Esa vieja chaqueta de cuero, sus pantalones gastados polera Polo y zapatos Panama Jack La mezcla entre el adolescente rebelde que era antes, tirando escupos a las viejas y agarrándose a combos en las calles, y el futuro profesional, estudiante universitario de derecho en el que se había convertido. Era deprimente.

Saca el cigarro, abre el viejo Jack, y pone play al “Nevermind”, el disco con la guagua en el agua de portada. La bebida va bajando, los cigarrillos se consumen y dentro del baño el olor era nauseabundo, pero no le importaba no le importaba ni la mina muerta de sobredosis en la pieza, no le importaba que fuera el depa de su viejo, no le importaba que el viejo acababa de morir ayer. Él estaba festejando, celebrando que era libre. Por fin podía tomar sus decisiones, por fin tenía el control de su vida.

Lástima que se dio cuenta demasiado tarde, cuando el cigarro se había apagado en el agua, y solo llegaban débiles sonidos de un “come as you are…” mientras se hundía en el fondo de la tina, demasiado adolorido para dormir, demasiado cansado para despertar. El agua era tibia, casi no sentía anda. Antes de cerrar los ojos, vio la botella de Whisky flotando junto a él, vacía, llenándose de agua poco a poco y hundiéndose en el fondo a su lado.

Era libre, por fin era libre.

viernes, 10 de octubre de 2008

Arde Valpo


El humo inunda los altos cerros, descendiendo desde las alturas, con rumbo al horizonte. El infierno vivo, desatado a metros del oceano agitado, que busca en la suciedad de sus aguas, saciar la sed abrasadora de la candente llama viva.
Desde las cumbres mas altas, nubes de irrespirables gases se entremezclan con el paisaje colorido de los pocos arboles y las viviendas aun sobrevivientes al avance del voraz brazo del averno desatado en esta porcion de tierra.

El pequeño jadeaba, su respiracion entrecortada debido a la larga carrera emprendida unos metros más abajo comprimia y expandia su pecho, intentando obtener bocanadas de aire de manera infructuosa debido al humo intoxicante. Se detuvo en una esquina, ganando algo mas de fuerzas para continuar el descenso de la eterna escalera, rodeada de casas empaladas en las laderas del cerro otrora virgen. La conmocion lo inundaba, apresurando su paso con ansias de llegar cuanto antes a su humilde hogar.

Desde la cocina, el aroma a estofado, cebolla frita y arroz impregnaba los muros y escapaba por las abiertas ventanas, y los marcos carentes de vidrios, motivo de pelotas desviadas de la "pichanga" del patio, o bien auqel ventanal roto el pasado invierno por el azote del viento. La madre, con una gorra de baño en la cabellera teñida de un rubio palido, esperaba mientras preparaba la ensalada, que seria puesta en la mesa esa tarde de domingo. Con un vestido viejo, tornasolado que llegaba hasta los tobillos, y unas zandalias gastadas en la zuela, la mujer preparaba los alimentos con la pasion de chef de restaurant fino, aun cuando su hogar solo media unos cuantos metros cuadrados y los muebles eran de segunda mano.

El niño entro corriendo, aun agitado. Su rostro tiznado por las cenizas que caian a lo largo y ancho del cerro le daban la impresion de un mulato de tiempos coloniales. Su madre, intentando limpiar la carita infantil paso su vestido por las mejillas y nariz, dejando entrever una piel lisa y suave. No aguantando la emocion, sus manos se movian de manera nerviosa, y la noticia que venia a comunicarle a la madre daba la impresion de ser un asunto de vida o muerte.

La madre cariñosa, lo abrazo y se sento un segundo en la mesa con el, mientras servia un vaso de jugo para refrescar a la criatura. Los ojos del niño, grandes de la impresion, delataban una infancia llena de sacrificios y carencias, que su posterior juventud denotaria aun mas. Mientras bebia raudo el liquido rehidratador, la madre pensaba en él, en su hermano menor, y en el padre, trabajador del transporte publico, que funcionaba en base al polvo blanco de angel, la cocaina, gastando un tercio de su sueldo en bolsas de la anacarada sustancia. Se entristecio la mujer, descorazonada ante el futuro que podría esperarles a sus retoños en este mundo de inequidades, donde la educacion a la que podia optar (escuela basica municipalizada, liceo fiscal comercial o tecnico, para que puedan trabajar y mantenerse cuanto antes). El amargo trago de la realidad la estremecio.

El niño, habiendo terminado el jugo, y dejado el vaso sobre la mesa del comedor, comenzo a narrar de forma muy alterada lo que lo tenia en tal estado de agitacion.
-Madre, madre. Quiero combatir el fuego. quiero pelear contra el fuego y ganarle. Se que puedo hacerlo.- no habiendo terminado de hablar, la mujer lo detuvo con un beso en la mejilla, y replico.
-Hijo mio, como puedes querer pelear contra el fuego. Mira como estas, todo negro, lleno de cenizas, tosiendo como loco y eso que no has estado ni cerca del incendio.
Esta aceveracion hirio el orgullo y la alegria del infante, cual fuera una puñalada o una caricia negada de aquel ser superior, de la madre sagrada ante todo. Pero luego, como recordando una vision, la carita se volvio a iluminar y nuevamente hablo:
-Se que puedo ganarle. Como esos hombres que estan pegandole al fuego. Se que puedo salvar tu casa, y la de la señora Marta, y el negocio de don Luis en la esquina. Tengo que ser luchador, un luchador de fuego.
-Y de donde sacaste tantas ideas?, ¿por qué quieres pelear contra el fuego, que lo quema todo, que se lleva todo?. Por qué no peleas mejor contra otras cosas, contra algun pais, te haces militar o marino. O estudias y te haces electricista, o luchas para la salud como un enfermero.
-No mama, eso es muy facil. Si quiero estar en guerra, puedo estarlo, prepararme, entrenarme. Sabre a quien atacar para bombardearlo, y terminare ganando siempre. Solo me meteria con paises mas chicos que yo, y asi ganaria siempre. Es muy facil.
No quiero contra las enfermedades, porque cuando encontremos la cura a todas, ya no tendre trabajo. ahora nos enfermamos, pero mas adelante no nos enfermaremos, seremos mas inteligentes, mas sanos. Y no quiero estudiar para cosas que no son interesantes. Quiero pelear contra el fuego, porque el fuego es un enemigo vivo, si lo atacas por un lado, se agranda y se vuelve fuerte por el otro, con la ayuda del viento. Si somos diez los que peleamos, el fuego tiene once, doce o mas lugares contra los que hay que pelear. y porque asi, salvaria a la gente, y seria un heroe.
-Ah si?, y como fue que pensaste en eso?
-cuando vi que sacaban a uno de los que peleaban contra el fuego en brazos, levantado por sus compañeros, tapado entero, para que no lo viera nadie. Lo sacaron de entre las llamas, y todos se sacaban el sombrero ante él. Era un héroe.

La madre se estremecio ante la vision que el niño, tan inocentemente le habia confesado. Recorrio sus entrañas una sensacion de angustia, al pensar en su bebe abrazado por el calor y el humo, asfixiandose, luchando por vivir, por respirar. La inocencia de su pequeño aun no comprendia lo ocurrido, y ella no sabia como explicarselo. La angustia se traspaso a un abrazo de amor materno, una suplica a Dios por que su hijo nunca sufriera tal experiencia, tal tragico fin.
Limpiando la cara del niño, lo llamo a lavar sus manos, que el almuerzo estaria servido en cualquier momento.

Apenas se hubo sentado a la mesa, un estrépito corto el aire, y la casa fue arremetida por un arbol en llamas, cuyo tronco habiase visto superado ante el alcance del fuego.

Cuando los bomberos lograron controlar el infierno desatado en esa escalera, el que se llevo más de tres casas vecinas, nada habia por hacer. Ambos cuerpos estaban quemados, carbonizados. No pudieron separar completamente los dos cadaveres, pues la madre cobijo al niño, protegiendolo como pudiese del avance del rojo espiritu...